- Quién soy?
- De dónde vengo?
- Para qué estoy aquí?
Son las preguntas que los grandes Pensadores de cada era han buscado contestar. Las respuestas que le damos a estas preguntas consciente o inconscientemente han definido nuestros valores, nuestra historia personal y son el núcleo de todas nuestros pensamientos, emociones y acciones.
Todo, desde nuestra autoestima hasta nuestro sentimiento de valía, el sentimiento de seguridad y nuestra forma de ver el mundo y a las demás personas, nace de las respuestas que damos a estas preguntas. Debido precisamente al papel decisivo que la idea que tenemos de nosotros mismos desempeña en nuestras vidas, tenemos la obligación de explicar, con toda la honradez y sinceridad posibles, quienes somos, de donde venimos y cual es nuestra función en el mundo. Este empeño incluye tomar en consideración todas las fuentes de información de las que dispongamos, desde la ciencia más avanzada actual hasta la sabiduría milenaria. Así que empecemos:
Hace 200 mil años aparece el Homo Sapiens, que es la especie humana con las características que conocemos hoy en día. Para el año 10,000 a.c. Ya había un millón de humanos recorriendo todo el planeta. En este tiempo el ser humano era nómada. Fue hasta el año 6000 a.c. que se descubre la manera de hacer que la tierra diera frutos y nace la agricultura. El hombre busca entonces asentarse cerca de los grandes ríos. Así nacen las ciudades, la estructura familiar, el patriarcado, la jerarquía política, la jerarquía religiosa y la propiedad privada. Al nacer las ciudades surge la necesidad de defenderlas, nacieron las armas y la tecnología pues también surgió la necesidad de dominar y controlar a otros (aquí surgen las enfermedades). Y cómo es la mejor manera de dominar a alguien? Pues a través de inculcarle ideas que debía tener.
Entre estos humanos había sabios que inventaron cuentos, fábulas, poemas lo que llamamos mitos, contenían la más profunda sabiduría que pudo haber desarrollado la humanidad, todo esto incomprensible, inclusive hasta hoy para los que se obsesionan con el intelecto como fuente de todas sus respuestas.
Una de las cosas más hermosas que manejaban los sabios de los tiempos es que lo humano contiene lo divino. Lamentablemente, la sabiduría de los mitos antiguos quedó sepultada por la necesidad del dominio y cuando la esencia divina cayó presa de la religión.
Para el año 600 y 500 años a.c. las grandes civiliazaciones habían colapsado. Había caos en cada rincón de Eurasia, y como siempre que hay caos los humanos tuvieron que replantearse absolutamente todo porque también estaban naciendo nuevas civilizaciones que requerían de un nuevo orden y nueva sabiduría. Durante esta centuria surgen grandes pensadores.
En China: Confucio y Lao Tse: Confucio se limita a enseñar obediencia y respeto a la tradición como forma de mantener el orden mientras que Lao Tse hurgó en los misterios mismos de la existencia, en la unidad oculta detrás de la dualidad de la mente, en el Todo Supremo y eterno que mueve la existencia que no tuvo origen ni tendrá fin. A su sabiduría se le llamó Taoísmo e invita a experimentar el misterio de la existencia y a fluir con este para descubrir que es una fuente inagotable de amor, por eso no juzga ni condena. Lao Tse entiende que la realidad es una sola cosa unificada y que la dualidad o la lucha de contrarios es un truco de la mente.
Zoroastro, maestro persa enseñó en Mazdayasna o culto Ahura. Mazda que es como nombró a la fuente de la existencia de absolutamente todo en realidad era un conocimiento muy profundo y místico que buscaba que el humano lograra integrarse y ser uno con la divinidad misma, a través de 6 conceptos mentales:
- Asha: Búsqueda de la verdad para lograr un mundo ideal
- Vohu: Estado meditativo para comprender la verdad
- Armait: Actitud ética y piedad
- Vairya: Búsqueda de una sociedad paradisiaca.
- Hurvatat: Búsqueda del bienestar físico y espiritual
- Ameretat: Búsqueda de la felicidad incondicional
Quien recorre los 6 niveles se integra en el séptimo que es el mismísimo Mazda. El humano convertido en Dios.
Por otra parte tenemos a Buda, que es un místico que nace al sur del Himalaya que dedicó su vida a enseñar una doctrina fundamental: El sufrimiento y la felicidad no están en el exterior ni dependen del mundo externo, sino que son un estado mental. No existe una realidad objetiva, sino que el mundo es una creación de la mente, algo difícil de aceptar para los humanos, pero que fue comprobado por la ciencia 2,500 años después.
Enseñó que la naturaleza de la mente es pureza y claridad, iluminación y dicha; que la mente es originalmente ilimitada pero que ese gran lienzo en blanco, comienza a ser programada desde el nacimiento por los padres, los maestros, la sociedad, la religión y todos los sistemas de pensamiento que ya existen ahí donde el humano nace.
Por eso mismo enseñó que el objetivo de la vida humana es lograr la liberación, liberarse de la prisión de la mente construida lentamente por la estructura que ha ido creando la humanidad.
Él hizo énfasis en una vida ética para vivir en plenitud y la capacidad de liberar la mente de sus perturbaciones lo cual requiere de un arduo trabajo durante toda la vida, pero el resultado es la felicidad absoluta. El objetivo de todas las vidas es ir ampliando la propia consciencia a buscar la iluminación para después ayudar a los demás seres a alcanzar el mismo estado, donde todo es dicha, plenitud y se experimenta el amor universal y la compasión.
Pero sin duda, el objetivo máximo de sus enseñanzas es el desarrollo de la plena consciencia a través del dominio de la mente, que suele vivir perdida en sus pensamientos, sumergida en la inconsciencia y oscilando entre el pasado y el futuro, dos ilusiones creadas por la mente y que le impiden al humano a vivir en la serenidad del aquí.
Esta misma era presencia el origen de los grandes sabios griegos que eran una combinación de místicos, filósofos y científicos. Entre ellos, Demócrito y Heráclito que intuyeron los que la física cuántica demostraría 2,500 años después, que todo el universo está compuesto de partículas indivisibles fluctuando en el vacío. Lo más profundo de su sabiduría fue intuir la existencia de lo que llamaron Logos. Logos permea y penetra en toda la existencia como una fuerza que ordena y unifica todo. El universo es inteligente, es Consciencia y es consciente; Una inteligencia eterna, incausada energética, consciente que no está impregnada en un Dios sino que está impregnada en cada partícula de existencia.
Platón por otra parte hablaba de 2 mundos: el Mundo Sensible y el Mundo de las Ideas. El Mundo Sensible se caracteriza por lo perecedero, cambiante y material. El mundo de las ideas se caracteriza por lo eterno, inmutable, inmaterial y es superior al Mundo Sensible.
La Dialéctica es el sistema filosófico de Platón que tiene la misión de empujar poco a poco al alma cuando está sumergida en un ir y venir de la ignorancia y elevarla a las alturas de la intelección filosófica o Entendimiento. La Dialéctica no sólo son procesos lógicos y formales sino que es definida como el objeto supremo del entrenamiento filosófico.
Según Platón, cuando el alma decidió meterse en un cuerpo olvidó la existencia del Mundo de las Ideas y cayó en la ignorancia. Sin embargo, observando el Mundo Sensible, sigue un camino a través del cual intenta recordar las ideas culminando en la idea del Bien. A este recuerdo se le denomina Reminiscencia: Recuerdo de un hecho del pasado que viene a la memoria.
Tal como lo describe Platón en El mundo de las ideas
El verdadero saber no puede referirse a lo que cambia, sino a lo permanente, no a lo múltiple, sino a lo uno. Opinión: es un saber que se alcanza por medio de los sentidos, es llamado “conocimiento sensible” pero no debemos llamarlo pensamiento sino opinión o doxa porque es siempre vacilante, confuso y contradictorio; la doxa es vacilante y contradictorio porque su objeto mismo es vacilante y contradictorio, está en continuo cambio. Si nuestro saber se basara en cosas sensibles la consecuencia sería el relativismo.
El verdadero conocimiento, LA VERDAD, debe ser diferente al que proporcionan los sentidos, debe ser constante, riguroso y permanente. El objeto de la ciencia no puede ser lo sensible, siempre vacilante y cambiante, sino lo uniforme y permanente que es lo único que puede realizar la exigencia de la ciencia.
Platón busca lo inmutable y absoluto, lo verdaderamente real, la única manera a su juicio de hacer posible la ciencia y la moral.
Lo permanente e inmutable se encuentra en el mundo de la idas o mundo inteligible, del cual el mundo de los sentidos es copia o imitación.
La palabra idea proviene del verbo eidos (en griego) que significa ver, literalmente idea sería lo visto, el aspecto que algo ofrece a la mirada. Para Platón la palabra alude al aspecto intelectual o conceptual con que algo se presenta, no es nada que vea con los ojos del cuerpo sino con la inteligencia por eso se dice que se trata de un aspecto intangible, es decir de la esencia. Para Platón las ideas no tienen que ver con algo psíquico, sino que las ideas son algo real, las cosas verdaderas, metafísicamente reales.
Para Platón las imágenes son como las sombras o el reflejo de un espejo o como los sueños. Si tomásemos la sombra, la imagen del espejo o los sueños como realidad estaríamos en un estado de eikasía (imaginación): tomar lo que vemos como algo real (como uvas, uvas pintadas; como personas reales, actores de cine)
Una creencia para Platón es la consideración de que los objetos sensibles representan la verdadera realidad.
El paso del mundo sensible al mundo intangible es el paso que representa la alegoría de la caverna: la salida del prisionero de las avernas, es decir la salida del mundo de las apariencias para penetrar a la zona del verdadero ser, se trata del paso a la enseñanza superior.
El entendimiento o dianoia es el conocimiento de las ideas donde quedan completamente comprendidas.
La caverna representa nuestro mundo, el mundo sensible, y el exterior de la caverna representa el mundo real, el mundo de las ideas, cuya forma más alta es el Bien, que está simbolizado por el sol.
El mundo sensible resulta ser un mundo de sombras de apariencias. Los hombres que viven en la caverna son prisioneros, «el alma del hombre esta como prisionera en este mundo». «El cuerpo es una tumba para el alma, que está condenada a vivir en este mundo por culpas pasadas.»
Los prisioneros de la caverna –es decir, nosotros mismos- no tenemos ni libertad ni verdadero conocimiento. El hombre está «encerrado» en el conocimiento sensible, somos «prisioneros de las apariencias», de los fenómenos, de los que solo el conocimiento propiamente dicho, la filosofía, nos puede librar. El tema de la alegoría de la caverna es liberar al prisionero para llevarlo a lo alto y terminar por sacarlo de la caverna, la alegoría narra el proceso de des-animalización del hombre, el proceso de su humanización hasta llegar a su realización plena.
Sócrates enseñó que «el método filosófico comienza con la refutación que consiste en purgar el alma de los falsos conocimientos que la tienen encadenada y le impiden el acceso a la verdad».
Platón afirma que «estamos viviendo en el mundo de las sombras, dominados por las apariencias», esta es la situación en la que el hombre se encuentra, y si el hombre no se da cuenta de lo extraño de ese modo de existir en que se ignora a si mismo y vive de modo inauténtico, es porque vive en él y por eso le parece «natural», «normal».
El prisionero al salir de la caverna se encuentra en un estado de confusión, y es que precisamente comienza la educación (paideia), la reflexión de la filosofía, se siente confuso, abrumado porque todo lo anterior que hasta ese momento había vivido le parecía claro y evidente, ahora todo lo veía borroso y oscuro, a pesar de que se trata de cosas más verdaderas y reales que las que antes percibía. Las cosas se le empiezan a complicar y todo lo que creía saber vacila, y quiere volver a las sombras. A partir de este momento comienza un proceso de adaptación a las nuevas circunstancias, el prisionero se va adaptando a la nueva situación. El proceso por el cual el prisionero se va adaptando a la nueva situación es gradual: es lo que se llama educación. Primero debe aprender a diferenciar las sombras de las cosas exteriores de la caverna, luego sus imágenes reflejadas, luego las cosas mismas, más adelante los cuerpos celestes y finalmente el sol.
500 años despúes aparece en escena Jesús El Cristo con un Mensaje lleno de sabiduría que se resume en el Sermón del Monte: En el Sermón del Monte habló, entre otras cosas, de las Bienaventuranzas:
- Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos. Pobres de espíritu se refiere a la falta de ideas preconcebidas con base en las cuales emitimos juicios erróneos que nos llevan a conclusiones equivocadas. Los pobres de espíritu se refieren a aquellos que no están apegados a las cosas materiales (al mundo sensible como lo nombraría Platón) y a sus creencias.
- Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Llorar aquí se refiere más a clamar o reclamar que significa exigir algo a lo que se tiene derecho. Se refiere también a la sensación de insatisfacción por su condición presente que es el indicativo de que están preparados para recibir la Verdad.
- Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra. Aquí mansos se refiere a domesticado o persona enseñable y hace alusión básicamente a aquellos que tienen una mente abierta a ser entrenada porque ellos alcanzarán al Entendimiento que es lo que conduce en línea directa al Reino de los Cielos que representa la felicidad eterna
- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Aquí la palabra justicia se refiere a ajustarse al pensamiento correcto que es el pensamiento basado en la Verdad. En otras palabras, Bienaventurados los buscadores sincero y honestos de la verdad porque ellos la encontrarán.
- Bieneventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Aquí misericordioso se refiere al que practica de la caridad o compasión. La caridad es la capacidad de ver el bien en nosotros mismos, en los demás y en cualquier situación y ayudar a otros a hacer lo mismo. Los misericordiosos al ser de naturaleza indulgente han adquirido el hábito de perdonar (soltar) los errores rápidamente y por lo tanto hacer espacio para la Verdad.
- Bienvenaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. La palabra corazón se refiere a la conciencia. Esta bienaventuranza se refiere a limpiar la conciencia de creencias y reconocerla como la Causa Verdadera de todas nuestras experiencias. Los puros de conciencia pueden ver más fácilmente la totalidad del bien, lo que conduce a la Felicidad incondicional.
- Bienaventurados los que buscan la Paz porque ellos serán llamados hijos de Dios. Sentarnos a respirar profundamente y en silencio cultiva la serenidad y la sabiduría que irremediablemente nos conduce a desentrañar los errores del sentido material y obtener el fruto del entendimiento que es La Paz, nuestro regalo, nuestra herencia a través de la cual todo lo demás se nos es dado. La paz solo se puede encontrar en el Aquí y en el Ahora. Así es que bienaventurados los que logran permanecer en el eterno presente.
- Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Esta bienaventuranza se refiere a la lucha interna por los que atraviesan todos los que buscan instalar la verdad en sus mentes y en sus corazones. El conflicto que surge al enfrentarnos a la necesidad de juzgar e identificarnos con el yo inferior (ego) y todo su sistema de creencias.
Una vez más, la importancia de estas enseñanzas quedaron en segundo plano. Roma en los tiempos de Jesús era como EUA en la actualidad, era a lo que muchos aspiraban, así como hoy está el sueño americano en ese entonces era el Romano, pero 300 años después de la muerte de Jesús todo eso había quedado atrás. Roma tenía muchos pueblos sin algo en común, así que decidió usar la religión como sistema de cohesión y control social y mental. Así comienza a consolidarse la era cristiana.
Durante la Edad Media (s. V al s. XV) la Iglesia toma mucha fuerza y ejerce un papel fundamental en la sociedad. La Sagrada Biblia era dueña de toda la verdad. La Iglesia se creyó ser la conocedora de todo.
La Ciencia, por otro lado, seguía avanzando y científicos como Copérnico, Giordano Bruno, Galileo pusieron en duda la teoría de que la Tierra era el centro del Universo. Y por supuesto el rigor De la Iglesia no se hizo esperar.
Descartes propuso entonces para acabar con esta persecución lo que se conoció como Dualismo donde la Iglesia se haría cargo de lo oculto y la Ciencia de lo manifiesto.
La Ciencia al recobrar su poder y autonomía reaccionó con revanchismo y empezaron a argumentar que lo que no se podía ver, lo oculto era simplemente fantasía, ilusión.
Los científicos sostenían que los seres humanos éramos solamente máquinas que corren en un universo mecánico predecible gobernado por leyes estrictas e inmutables.
Descartes era amante de los relojes e intentó explicar los sistemas que rigen la vida tal como funciona un reloj, concibiendo a todo el universo como engranajes y perillas que se vinculan. Los científicos en el siglo XVII trataban de demostrar que el ser humano era una máquina carente de alma.
En 1857 Charles Darwin publica su libro El Origen de la Especies por medio de la Selección Natural donde pretendía dar una explicación científica a la complejidad de la vida. Darwin establece que fuimos resultado de mutaciones aleatorias y que venimos de los neandertales. La Teoría de la Evolución sostiene que somos el resultado último de una serie de sucesos fortuitos y que seguimos existiendo gracias a que hemos sido los más fuertes.
Es importante mencionar que sus conclusiones las obtuvo de su experiencia personal y las observaciones directas que hizo en un viaje de 5 años a bordo del barco de investigación británico Beagle, Darwin no sabía nada de genética. Pero en al año 2000 todo cambió. En ese año científicos del Centro de Identificación Humana de Glasgow publicaron el resultado de las investigaciones realizadas en las que compararon el ADN de los restos de una niña Neandertal que vivió hace unos 30 mil años encontrada en la región rusa del Cáucaso en 1987 con el de los humanos modernos. Los resultados de los estudios fueron publicados en la revista Nature y fueron contundentes: Los humanos modernos no descienden de los neandertales.
A pesar de que ya se comprobó que esta teoría fue solamente una conjetura equivocada sigue vigente y se sigue enseñando hoy a los niños en las aulas y en los libros de texto. En este mundo lleno de intereses por el control y el poder, los descubrimientos científicos que pueden suscitar dudas sobre la evolución muchas veces no se exponen o, peor aún, se ridiculizan como si fueran supersticiones, ideas religiosas o pseudociencia.
La Teoría de la Evolución nos ha mantenido alejados de la Verdad de quien somos, de donde venimos y por ende de nuestra función y nos ha mantenido entretenidos en una eterna lucha de todo y por todo y con todo. La idea científica de que todo lo que se puede ver y tocar es independiente de todo lo demás ha llevado a la ciencia a un callejón sin salida.
Como hemos visto, de modo universal, las escrituras de las tradiciones espirituales más antiguas y respetadas del mundo han coincidido en que los humanos estamos unidos a algo que nos trasciende y está más allá de nuestro entorno inmediato. Y por distintas que estas tradiciones sean entre sí, sus explicaciones sobre la historia del origen del ser humano guardan un parecido asombroso:
- Una Inteligencia avanzada y un acto intencionado son los responsables de nuestro origen.
- Descripciones en las que se explica que somos producto de polvo/el barro/ la tierra de nuestro planeta fundido con una esencia que no es de este mundo.
- Poseemos los rasgos que nuestro creador nos dio
Las tradiciones antiguas explican con todo lujo de detalles la naturaleza íntima de nuestra creación cómo al igual que a nuestros ancestros, se nos ha insuflado lo que se describe como una chispa especial de una esencia misteriosa, que nos une eternamente a unos con otros y con algo que no podemos ver que existe más allá de nuestro mundo físico. Esa chispa mística, que hasta hoy la ciencia no ha sido capaz de medir, es la que nos diferencia de todas las otras formas de vida en la Tierra.
Aproximadamente entre los años 250 y 900 de la era cristiana, la civilización maya floreció en una vasta extensión de Norteamérica, desde el norte del actual México hacia el sur , por la península de Yucatán, y el Centro de Américas, lo que hoy son los países de Belice y Guatemala, además de partes de Honduras y El Salvador. La civilización maya es reconocida como una de las seis cunas de la civilización que al parecer se desarrollaron en diferentes lugares de la Tierra, en tiempos distintos y de forma independiente entre sí. Las otras cinco son Mesopotamia y las civilizaciones del río Nilo, el río Indo, el río Amarillo y los Andes centrales peruanos. Los mayas tenían un conocimiento avanzado del cosmos y también atribuían su existencia a un proceso consciente puesto en marcha por una inteligencia ya existente y no a un proceso espontáneo y fortuito.
Sin embargo, durante más de 300 años, la historia científica del universo nos hizo creer que vivimos en un universo mecánico. Según esta idea, el cosmos está formado por componentes inertes, como el polvo derivado de la explosión de las estrella o los desechos fruto de colisión de asteroides y planetas desintegrados. En un universo mecánico no tiene sentido la vida ni hay razón para vivir.
Pero nuevos descubrimientos realizados por investigadores de vanguardia justifican sobradamente que reconsideremos esta concepción. Hoy la ciencia esta desvelando los secretos de algunas de las Verdades mejor guardadas de la naturaleza, como la epigenética, la división del átomo y la realidad cuántica, y es ahora cuando los secretos de nuestras propias capacidades adquieren importancia trascendental. Por primera vez en la historia de la humanidad registrada, el acceso a estos secretos nos da el poder para definir nuestro destino. Hoy debemos conocer estos secretos y averiguar como encajan en nuestras vidas y decidir cuidadosamente el curso que vayamos a seguir. Recordemos que la historia que nos contamos y que nos creemos sobre nosotros mismos definen nuestras vidas. Cuando cambiamos la historia, cambiamos nuestras vidas al empezar a pensar, sentir y actuar de manera distinta.